Esperar en Dios

Me atrevo a decir que al ser humano no le gusta esperar.

Las razones son varias y las pruebas también. Mientras más avanza la tecnología recibimos más formas de acelerar nuestro día y esperar lo menos posible, y cuando no podemos, buscamos formas de controlar el tiempo que “perdemos” así aprovechamos cada segundo.

 

Ahora podemos acelerar audios, podemos no solo acelerar videos en YouTube sino también recibir un resumen del video por minuto para ir directo a lo importante. Algunas aplicaciones hasta nos marcan dónde está el colectivo en tiempo real y donde está la comida que pedimos, avanzamos tanto en nuestra impaciencia e intolerancia a la espera que andar un día entero sin contar las horas nos parece una locura, tanto que cuando hablan de un tema que no es de nuestro interés bajamos la mirada al teléfono, o cuando vamos detrás de una persona que camina lento se nos hace insoportable.

 

Pero la palabra que amamos y buscamos imitar nos dice otra cosa:

 “Espera al SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al SEÑOR”.

Salmos 27:14

 

Muchas veces escuchamos el concepto de “espero en el Señor” como un verbo pasivo, eso que anhelamos que llegue de Dios lo ponemos en el olvido, hasta que llegue una señal o un milagro.

Pero al leer el salmo en hebreo, descubrimos que la palabra “espera” no es una espera pasiva, sino todo lo contrario. La palabra que se usa es KAVE (קוה) que su significado es – Desear que algo suceda – una espera activa.

 

Un personaje muy conocido en la biblia que tuvo que esperar por algo que anhelaba es Jacob. Él anhelaba a Raquel, y la biblia nos dice en Génesis:

 

“Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba”.

Génesis 29:20

 

Esto es esperar, no quedarnos con las manos cruzadas esperando una señal de las nubes. Yo espero en Dios, yo creo que Sus tiempos son perfectos y El activará lo que es para mí cuando sea el momento apropiado, pero mientras tanto, ¿en qué invierto el tiempo de espera?

 

Empezamos demostrando cómo intentar ahorrar cada minuto y segundo de nuestro día, pero ¿en qué invertimos el tiempo ahorrado?

 

¿Cómo es que invertimos tantas horas en redes sociales, en conversaciones sin sentido, en series, películas o actividades que nos dan placer, pero ni 5 minutos en la señora mayor que solo quiere hablar con alguien, o a detener nuestra mirada en un necesitado, apartar unos minutos del día para hacer misericordia?

 

En un mundo tan acelerado, desesperado en recuperar cada segundo perdido, intentemos no perdernos. El tiempo es importante, eso lo sabemos. Por lo cual deberíamos invertirlo en lo importante y no en lo urgente.

 

No es un llamado a quedarse con las manos cruzadas, sino a devolver el enfoque a donde debería estar. Que nuestro amor por Dios y por lo que Él ama sea tan fuerte, que la espera larga se sienta como pocos días.

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